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Gabriel Encinar

Un nuevo día en mi oído

Cuando me acerco,
en las madrugadas siniestras,
a la orilla de la vida
suelo ver la luz
- vaga y tenue -
de un sin fin de estrellas muertas.

Me cobijo entonces
en los brazos inmóviles de tu sueño
y, como puedo,
me evado, huyo, pavoridamente
enredándome en tus senos.

Después
amanece, sin más
y tu voz, aletargada
susurra un nuevo día en mi oído.

El cometa

Hace mucho tiempo
en el país más lejano del mundo
- del otro lado del Universo -
apareció un cometa ciego de luz.

Su presencia intermitente
su volar de eterna duda
sembraron pánico y misterio
en el alma de los vivos.

Se tambaleó en el aire un instante
surgió sin previo aviso en el cielo
acunó una nube en su pecho
y sin más,
derribó los sueños distantes
de incesantes y simples mortales.

Los más audaces creyeron
que era el fantasma de un muerto,
los devotos intuyeron
la señal del fin del mundo
y alguno quiso ver, sin creerlo
la maravilla de un Dios eterno.

No fue más que un destello
un simple azar del planeta
la fatal coincidencia del agua
con la desgana de un tiempo
ensombrecido y sediento;
el impensable abrazo de un ángel
a una luna que se duele
de tantas noches perdidas
en el confín de los tiempos.

Lo que le debo a la vida

Será mejor que confiese
lo que le debo a la vida.

He aprendido a perder
a encajar las despedidas,
me acostumbré a trepar por las paredes,
a saltar de los andamios,
a sufrir el desencanto
de saber que no hay consuelo,
a soportar ese miedo
que provoca la certeza
de un futuro inexistente.

He descubierto
que los muertos se evaporan,
que las raíces del árbol
son los años de la Tierra,
que la guerra es la coartada
de la estúpida violencia,
que la paciencia es a veces
el recurso de los necios
para creer en lo eterno
y que en invierno las flores
suelen ser de invernadero.

A la vida
le debo el aire,
el deseo
y el instinto,
le debo la sangre,
el equilibrio,
el sueño.

Le debo todo
hasta el misterio
la duda,
y un sin fin de tardes grises
lluviosos e inagotables.

Y si un día
un golpe fiero
me arrebatara la vida,
o simplemente me muero
por que me llega la hora;
no os preocupéis
estad tranquilos
que he aprendido hace tiempo
a encajar las despedidas.

El destiempo

Hoy te escribo
desde esta isla inusitada
recién olvidado el destiempo
en que tus labios bordaban besos
en boca ajena.

Hoy sé que mi única condena
es tu empeño en perseguirme,
aún escapando, - los presos –
dejan su rastro en el fango.

Mas siendo mayor mi pena
por la ausencia de delito
no te culpo
mas acaso necesito
sin verte, sí entreverte
aún con la mirada incrédula
del ciego vendiendo suerte.

Miedo tengo y lo confieso
más que a la muerte al silencio,
al continuo ajetreo de las horas
cabalgando inútilmente
marcando ese terrible destiempo
que nos aleja
mudos
y horriblemente cuerdos

No sé

No sé dónde estás ni quién eres
ni si quieres la luz de mis ojos
o prefieres la mirada quieta
escondida tras la puerta
presta a hundirse en tu cara
para vaciarte por dentro.

No sé tu nombre siquiera
ni el color de tu pelo
ni el olor de tu piel
ni el calor de tu pecho
ni el valor de tu alma
ni el sabor de tus besos
ni el dolor de tus penas,
apenas nada como ves.

No sé si crees en estatuas de marfil
en Dioses invisibles o en imposibles,
en la justicia divina o en la humana
o si no crees en nada.

No sé dónde estás ni quien eres
ni si quieres…
Si lo prefieres
estaré en la alameda
esa que queda lejos
donde la luz de mis ojos
crea sombras y reflejos
tras la puerta,
hundiéndose en tu cara
hasta vaciarte por dentro.

Acuarela de invierno

Apenas la luna
ha cubierto de sombras la noche
se respira silencio,
la calle húmeda
se precipita hacia la alcantarilla
donde las ratas se ahogan
en días de tormenta.

Percibo la suave luz de las farolas
algunas con guiños de complicidad
intermitentes suspiran
y se acuestan con pálidas gaviotas
exhaustas por el largo viaje.

Recojo mi sombra
reviso los recuerdos
y sueño;
rápidas tortugas en pos de alimento
lápidas sin cruces ni lamentos
pálidas estrellas fugaces de un tiempo
empapado en absurdos intentos
por obtener la gloria de lo eterno.

La suave brisa nocturna
acaricia los vulnerables cristales
que acompasadamente suspiran
con vidriosos suspiros de invierno.

Las nubes
invisibles
descargan en llanto su letargo;
mis ojos empapados de odio
se sumergen en un mar de lágrimas
y se pierde mi mirada
en oscuro horizonte.

La desgana

Por absurdo que parezca respirar
en las alamedas de humos incesantes
lo hago para colmar el alma
y ahogar los insectos
que habitan mis pulmones.

Cargado el aire de estímulos mortales
con abrasivos enemigos del asma
lo absorbo estando vivo
para morirme de algo,
no sea que la muerte tajante me aguarde
en la esquina del infortunio más triste.

Morirse de hambre en desierto
de soledad en ciudad
de miseria en campo abierto
de guerra, de frío, de enfermedad
de pura casualidad
por un golpe de viento
por un cuchillo en el vientre
por el vil atrevimiento
de los jueces que consienten
la indecente condena
a morir en una celda
o los que locos sentencian
oscuras penas de muerte.

No seré yo quien delate
a los fumadores de opio
ni seré quien los persiga
por evadirse de un mundo
que propugna la mentira
para quitarnos la vida
con la afilada daga
de la desgana.

Me bato en retirada

Me dedico a transgredir el tiempo
a base de humo y silencio.

A deambular por la sinuosa sombra
del tic-tac de las agujas;
a perseguir a las brujas
que viajan en mi reloj.

Me afano por no hacer nada
quiero decir perdurable,
considerando más que probable
que mañana brille el sol.

Me empeño en desempeñarme
en jugar a ser culpable
en no ser alguien por ser nada
en no ser nada por ser yo.

Ya me bato en retirada,
lo considero prudente
a veces a los valientes
se les tuerce la mirada.

El suplicio de vivir

Me resisto al desvarío infame y sutil
de esta triste primavera,
hojas teñidas de añil
de un otoño irresponsable
que – quebradizo y fugaz –
prometía flores en verdes primaveras.

La tarea de pasar inadvertido
el sinsentir de una vida postergada
condenada de antemano
al suplicio de vivir.

Este sinsentido acarrea locura
trae presagios funestos,
aunque ya puestos, la muerte
la prefiero al sinvivir.

Por definir

El alma
es la calma del cuerpo.

La sonrisa
la mirada de los labios.

La tristeza
la destreza de la lágrima.

El egoísmo
el abismo de la envidia.

La nostalgia
la herida del recuerdo.

La pasión
el corazón encendido.

La soledad
la aventura del silencio.

El viento
la ráfaga del sentimiento.

La vida
la fragilidad del tiempo.

La muerte
la puerta de lo eterno.

El sueño
el empeño de la imaginación.

La caricia
la delicia del amor.

El abrazo
el secreto de lo humano.

El beso
el instinto enamorado.

Por definir
me quedan tantas cosas:
la lluvia, el mar, el árbol
la suerte, el abismo, el arte
en fin,
otro día acaso me entregue
y defina lo indefinible.

Para morir tengo tiempo

La quietud extrema
de una columna inerte
es la muerte petrificada.

Impreciso el verso consentido
alabado y tierno.

Insumiso el verbo delictivo,
subversivo el canto incomprendido.

Arrogante y necio
el desprecio por dinero.

Os pagarán con famas pasajeras
vuestras frases más sutiles,
los que compran floridas primaveras
y las encierran en frascos con veneno.

Los incautos pagan cara su insolencia
cuando los jueces más corruptos
firman eternas sentencias.

Prestos a comprar vuestras plumas,
por prometer hasta el cielo
dando gusto a vuestro anhelo;
mas cuando ya no conviene
os entretienen con miedo
silenciando vuestros versos
en los frascos con veneno.

Sois cómplices del delito
con escritos que complacen
la gula de los ingratos,
los tratos con insensatos
acarrean indiferencia
y al menos donde yo habito,
los poetas más baratos
alcanzan la trascendencia.

Por ello es que no me vendo,
yo no trafico con versos
si hay que ofender pues ofendo;
para morir tengo tiempo.

 

Para decir algo hermoso

El momento íntimo
de un beso tibio
es el sabor más tierno.

Para decir algo hermoso
bastan tus ojos,
tus labios,
tus pechos,
tu ombligo,
tu pubis.

Bastas tú,
con tu entrañable belleza.

Basta un simple abrazo
una caricia sutil
un beso alevoso y violento
o el lento latir del aire
en esas noches de amor,
insospechadas,
dulces,
intensas,
fugaces, y a la vez
inagotables,
interminables,
y, como no decirlo,
inolvidables.

Desde el otro lado I

Desde allí la distancia sólo es aire,
tal vez muerto y desgastado,
apolillado por horas interminables.

La fuga, es el deseo perfumado
de regreso imposible a un buen pasado;
las tardes, quietas y serenas,
se encasquillan en las puertas oxidadas;
en el jardín
reposa el silencio en cada banco,
a cada paso, se marchitan los otoños,
a cada instante
se sueña con el roce cálido, imprevisto
de unas manos que levemente acaricien
el gesto amargo del que se sabe perdido
en los confines del destierro
y del olvido.

Desde el otro lado II

Miro el espejo y no me veo
los surcos de la locura escuecen
el cerebro casi seco supura
ceniza de fuego volcánico,
cada noche es el fin
y cada amanecer
la última esperanza
de regresar a la vida.

Aquí todo se perfuma de olvido
el silencio es permanente,
a no ser por los gritos vanos
de alguna garganta desgarrada
clamando agua.

Hoy inyectaron paciencia en vena
a cada recluso la consabida promesa
del ya saldrás, del no hay prisa,
todavía quedan tardes espesas y niebla
con los álamos tras los cristales
de una huida imposible.

Sin título
Se despistó el invierno rezagado
las nubes se vistieron de fiesta
tocó la orquesta acompasada
entre acordes de tormenta
lenta la luna
se tiñó de madrugada
los ángeles del infierno se esfumaron
por romper la armonía de este cielo
tan azul como oscuro el firmamento
entre tanto el desencanto del misterio
la luz del rayo enamorado
rozó con un suspiro el aire
perfumado hoy de tierna transparencia.
Desequilibrio

El equilibrio se destensa en el aire
vierte, herido, su pena en lágrimas
y seduce al suicida
a bordear precipicios y acantilados
presagiando un golpe seco y mortal.

Todo sucede precipitadamente:
en avalancha la ira, el desconsuelo
la engañosa y viciosa vanidad
la tempestad que trae desasosiego y miedo
el continuo trasiego de caricias
y de abrazos mal medidos.

Llorosos los ojos
la boca seca
el cuerpo inerte,
tan solo el último impulso
para poner fin
al ingrávido devenir de los días grises
repetidos,
iguales,
mortales.

Me fijé en ti

Me fijé en ti,
por el rutinario mirar del desconsuelo;
advertí tus ojos
por contagiar de luz mis pupilas,
probé tus labios
por el vicio de besar lo más cercano.

No te extrañe
si te tomo de la mano
y susurro en tu oreja
la compleja decisión
de ser tu esclavo.

No te sorprendas
cuando vuelva solo, triste y derrotado
con ansias de darte amor
y ser amado.

Reparé en ti por un detalle:
cuando te alejas siempre dejas
farolas encendidas en las calles.

Los ojos del silencio
Detrás de la oscuridad más cierta,
en el vientre del deseo más íntimo
donde copula el aire con el viento,
tras los muros del desconcierto
allí donde lo breve se hace eterno,
bajo los párpados del miedo
rozando ausencias
entretejiendo versos
haciendo de la luz misterio
del recuerdo sueño,
manipulando el tiempo
detrás de la lágrima escondida,
en el común espejo del alma,
donde se estremecen incluso las certezas,
tras la blasfema sonrisa de los cuerdos,
allí donde naufragan los relojes impotentes
bajo los párpados del miedo,
velan serenos los ojos del silencio.
Declaración

Los besos que no di
fueron acaso un ciento,
los que mal vendí
otro tanto,
y los dados con acierto,
es cierto,
fueron escasos.

Como pocos los abrazos
que tendí al enemigo,
acaso estreché sus manos
-con total indiferencia-
lo confieso.

Pocas veces me vendí
por el cielo prometido,
malcompraron mi inocencia
y el castigo
fue el olvido.

Sin embargo he de decir
que no llego a ser tan necio,
me vendo antes de morir,
al menos es un buen precio.

Mas,
si prometen futuro
ni siquiera les contesto,
si recurren al pasado
mayor el desacierto,
tan solo pretenden
comprar presente.

Y si trafico con versos,
si vendo mi tinta al diablo,
será por poco tiempo;
disculpad mi desatino,
intento comprar silencio.

El porqué es lo de menos

No sé ni dónde, ni cómo, ni por qué.

Tal vez en el rincón más triste que encontré
repleto de aplausos fríos, secos
tal vez en el fracaso más rotundo
donde a menudo me hundo y tropiezo
tal vez en el desacuerdo tenaz de un acorde
tal vez en el invierno común del demente
que arremete sin piedad y con violencia
contra rayos, truenos y tormentas.

Quizás a forma y manera de lo viejo
desaseado, feo, estropeado
quizás sin espada que desenvainar ni escudo
acaso mudo, ciego y sordo
quizás con la imprudencia del que amasa fortuna
sin tener en cuenta la luna
que lo velará en cementerio.

El porqué es lo de menos
¿Acaso os preguntáis el motivo del silencio?
¿El argumento del aire?
¿El del viento?

Los porqués son al fin el misterio
ese halo imprevisible que confunde
la mentira con lo cierto.

En estos días

En estos días
de torpe melancolía
me abandono al incierto desahogo
de pasear por los abismos
de anhelos imposibles.

Respiro hondo
por aprovechar un aire
tan falto hoy de autoestima
en los suburbios del asma.

Burlo el silencio
con los acordes heridos y graves
que suspira mi guitarra
reclinada en mi regazo.

En fin,
me doy a la triste espera
sin esperar nada a cambio
a no ser el murmullo suave
leve e inaudito
de la hojarasca en remolino.

Las luces de tus ojos

Las luces de tus ojos brillan
iluminando el silencio.

Calle abajo, sin regreso
mi sombra se tambalea en el aire.

Cruzo el parque de las rosas
mustias
serenamente muertas.

A cada paso un suspiro
con la mirada entreabierta.

Y noto que me persigue
un invierno vengativo.

Maldigo el constante goteo
de las bocas más siniestras.

Huyo despavorido
y lo único que veo
son las luces de tus ojos
que brillan
iluminando el silencio.

Un suspiro

Al borde del precipicio
casi al final del principio
surgió un suspiro alevoso e inevitable.

Como un alma en pena por las entrañas del aire
lejos de toda sospecha
de contubernios del diablo,
se instaló en la despensa de lo irremediable
retocó las paredes del cansancio y la desidia
alumbró el rincón de los imposibles
empapó con su saliva  el reseco desaliento
e inundó de aire unos pulmones
polvorientos y asfixiados.

Al borde del precipicio
casi al final del principio,
cuando parpadean las últimas luces,
se vuelven fugaces los planetas más lejanos
naufragan los recuerdos insalvables
donde el tiempo es un segundo
y un segundo es eterno,
surgió un suspiro alevoso e inevitable;
extraño por invisible e inabarcable
sutil por su escasa consistencia
pero al fin cercano y cierto
fino,
bello
y respirable.

Acechan tormentas en abril

Acechan tormentas en abril
dicen que los pájaros
han cambiado el rumbo habitual,
que las brújulas
se han quedado sin agujas
incluso los árboles,
temerosos,
han arriado hojas.

Nadie cree en mañanas soleadas
será que las heladas
congelan la esperanza.

El hombre rescata del olvido
la eterna profecía de los últimos días.

El cielo promete agua.

Cuando...
Cuando me acusen de traidor
o de vil embaucador
los siervos de este planeta,
les mostraré mi esqueleto;
es lo único que llevo
debajo de esta careta.
Me duele más el silencio...

Me duele más el silencio
que ese beso en la frente
a la hora de la muerte.

Hiere más ese vacío
calculado e irreverente
sordo y frío.

Me refiero a la humedad de la nada,
esa que viene acompañada
de miedo
sudor
y olvido.

Pequeño testamento
Os dejo un par de recuerdos,
aquel beso de invierno seco
y el latido de un abrazo,
os dejo todo mi empeño
-es poco lo reconozco-
mas algún sueño se alcanza,
dejo mi triste semblanza
apenas sirve de algo
a no ser un gesto amargo,
dejo todas las deudas,
las del juego son escasas
son mayores las del alma,
mas no dejo mis tristezas
esas las llevo conmigo,
de ellas no tengo queja
nunca me dieron la espalda.
El placer de vaciarse

Aludo al orgasmo
por el placer de nombrarlo.

El murmullo de la tarde inacabada
deja paso al clamor de las estrellas;
se suceden los besos imprevistos
de bocas lascivas y enamoradas,
calmando el apetito voraz y desmedido,
el primitivo instinto del humano.

Los ojos turbios y apasionados
se deshacen en miradas complacientes
con el húmedo deseo de lo amado,
en tanto las manos rozan
acompasadamente
el misterio de los cuerpos perfumados.

Estalla el corazón en pálpitos de luna
con la frescura de un planeta errante,
el orgasmo cósmico de la locura
o el simple placer de vaciarse,
cada parte en la otra parte
y llenarse cada una.

Aunque lejano...

Aunque lejano
guardo el recuerdo
de tu olor a incienso.

Lo digo
por aquéllas noches místicas
en que comías el aire
penetrando el silencio.

Repito que la historia es cierta...
Repito que la historia es cierta:
más allá del infinito
guarda el Universo
el verso quieto
de un dios fiero y perverso
que recita tragedias
en vómitos terrestres.
Este infierno

Desde la ventana de este infierno
diviso muertos,
presos eternos del silencio.

Los difuntos presiento que no vuelven
y si miento
me condenarán a muerte los creyentes.

No desafiéis los imposibles:
anoche sangraba la luna
y, una estrella enajenada
perdió el rumbo
enamorada
de la noche más hermosa,
a veces por caprichosa
la muerte complace
-eterna-
al más ruin de los mortales.

Recuento

A la hora del recuento
elaboro el plan de huida.

Por no quedar
ni la espesa niebla de la duda
ni el resplandor de lo perdido
ni siquiera lo vivido a medias
ni tu voz ni tu latido.

A la hora del recuento
más las penas que padezco
más tristezas
más perezas
un sin fin de piedras negras
y dos granitos de arena.

Por no quedar
ni el aliento
para evitar la estampida,
por no tener
ni el sustento
para mantener la vida,
por no querer
ni el lamento
de tu voz ni tu latido,
acaso tan solo quiera un ramo
un ramo acaso de viento.

Necios

Hacia media noche
cuando me invada la desidia
y se acerque la desgana
os tiraré a la cara
la oscura y vil necedad
que a pulso habéis ganado.

Sí,
la necedad de ser los cómplices
-aun a veces a sueldo-
del mortal designio del hombre:
nacer en un vientre de vida
y morir
a manos de los que ansían
la cumbre de lo infinito.

La belleza

La belleza no está
en la palabra recia
que con pereza desprecia
un verso acompasado
y a la vez comprometido.

Puede ser que el olvido
conspire con el recuerdo,
que lo más amado
se nos vaya de las manos
o que el aire que respiro
sea al fin lo que reclamo.

Puede que la flor más bella
sea aquella que no existe
o aquella que se viste
de noche como una estrella.

Por poder puede hasta incluso
la belleza ser extraña
cuando el verso está inconcluso,
o simplemente se empaña
por el rastro de una huella.

La belleza radica en la esencia,
la belleza sólo es eso,
el encanto, el delirio, el sueño…
y el arte de darte un beso.

En contadas ocasiones

En contadas ocasiones me arrebato
en contadas me desato por la boca
son pocos los instantes destemplados
pocos los momentos de blasfemia;
hoy conozco los sabores del ocaso
el ácido temblor del nunca más
el agrio rumor del puede ser
el amargo sudor del para siempre.

De tanta indiferencia compartida
tengo más profundas las heridas
más canas de las queridas
más arrugas de las merecidas
más verrugas en la espalda
más lunares
más lugares
donde escupir nostalgia.

Con el paso de los años
he descubierto el secreto más deseado:
hundirme con el alma en carne viva
saciarme
hartarme de soledad
vomitar los desengaños más cercanos
y matar
-con las manos agrietadas
por el orín del recuerdo-
la felicidad herida.

Hoy...

Hoy las hojas amarillentas de otoño
se precipitan delicadamente
en suicidio colectivo,
se agolpan y se esparcen en asfalto
muertas.

El aire perfuma la tarde
con aromas de nostalgia,
huele a melancolía
a esa maldita rutina
de silencio imperturbable.

Amo...

Amo por amor lo que amo
y odio lo que odio por desprecio,
como humano tengo un precio
si he de odiar lo que amo
si he de amar lo que odio,
si se trata de ser necio
de amapolas quiero el ramo.

Un día extraño

Hoy tuve un día extraño
diferente que no es poco,
de moribundo ermitaño
meditabundo silencioso
a violador del alba
merodeador de las estrellas,
a dejar mi huella
en el buzón de mi guitarra.

Puse al día el calendario
la despensa y el reloj,
lo que no logro a diario
casi todo lo hice hoy
salvo,
archivar la puta manía
de creer que la poesía
es sólo dedicación.

Defunción

Tengo la agenda repleta
mil números sin nombre alguno
si acaso un par de difuntos
con sus cruces por supuesto
y un deseo efímero:
llamar a la oculta puerta del destino
saber hasta cuándo
hasta dónde
y por fin,
perderme una tarde de noviembre
en algún rincón del cementerio.

Confusión

He perdido el ángulo
la perspectiva,
confundo lo terrible con lo bello,
la desgracia con la falacia
de perder el rumbo,
la desidia con el orgullo
y el murmullo de tu aliento
con el zumbido incesante
de un viento salvaje y mortal.

He perdido el común equilibrio,
la razón acaso,
respiro con el corazón
y el pulmón
late a destiempo.

He perdido el sentido del tiempo,
los minutos no los cuento,
las horas son de silencio
y los años son recuerdo.

Aun así sigo creyendo
que en el firmamento hay luna
y agua en ríos y fuentes,
como sé que es la fortuna
la que maneja la suerte,
y que a la postre la vida
puede ser como la muerte.

Desvelo

No me traigáis hoy noticias
de los humanos de siempre,
dadme razón de los locos
de hechiceros y luciérnagas.

Decidme al menos que el sueño
es un planeta lejano,
que lo humano es dar abrazos
aunque sea a las columnas
de los templos derribados.

Que los cuentos son inventos
de las mentes más audaces,
que los diarios, la prensa,
la leen cuatro insensatos.

No traigáis siempre lo mismo:
un suicidio improcedente,
sobredosis de cinismo
y una pincelada tierna
para salvar inocentes.

Decidme que el buen teatro
se practica en los conventos,
y algunas veces –es cierto-
en escenarios decentes.

Que la sonrisa es de todos
aunque se rían los fuertes,
que no se compra el silencio
chantajeando al recuerdo.

No me traigáis hoy noticias
de los humanos de siempre,
hoy prefiero ver la luna
asomado a mi ventana;
son las seis de la mañana
y no sé si tengo sueño.

Espejismo

Se precipitó la luna en el mar,
las estrellas se escondieron
tras la cortina fugaz
de los últimos planetas.

Aquí, apenas nada:
el vano compromiso de cambiar
las cadenas de hierro
por alas de seda
y la torpe manía de soñar
con suprimir los entierros
que acarrean tanta pena.

De nada valgo

De nada valgo
para nada sirvo
a no ser respirar el polvo
y toser.

En cada ojo dos mil lágrimas
en cada suspiro el llanto
y en cada canto
un beso
mal medido y a contramano.

La sensación de estar muerto
ausente, inerte
solo.

Rozando a cada paso el suelo
a cada instante en el asfalto
roto, desentrañado
y ciego.

Perplejo sucumbo a la oscuridad
me vence el misterio
y me alejo.

El reflejo de unos ojos
quiere alumbrar la noche
mas no hay tiempo,
me retiro
os dejo.

Sin ti

Confieso,
aun muriendo en el intento,
que de nada vale ser violento.

Acaso ser valiente en estos días
de nada sirve,
apenas se ganan diez cicatrices
por el alto precio de la muerte.

Me sigo rindiendo al silencio
baste decir que el ocaso
me produce un severo e irresistible vértigo.

Hoy sin ti estaré perdido en el desierto
sin ti no hay luz que alumbre el alba
sin ti la torpeza de las piedras
sin ti el traspiés,
la monotonía de abrazar el aire.

Sin título

De que sirven las manos
si no hay qué acariciar,
para qué tantas hojas
si el viento las destroza
con solo suspirar.

Hoy no quiero el silencio
pues tengo que decir
que me duelen los ojos
y que los tengo rojos
ya sabes de sufrir.

Cómo puede ser
a veces me siento
tan solo que intento
un beso sin ti,
y puede que sí
que sean más largas
las noches sin ti.